viernes, 29 de abril de 2011

EL HONGO DE LAS HORMIGAS ZOMBIE



Los biólogos se sienten fascinados por algo que han descubierto en la selva amazónica de Brasil .Es uno de los ejemplos más llamativos, a la par que brutales, de parasitismo que se conocen, una espeluznante relación entre una hormiga y un hongo, que ha terminado desarrollando un comportamiento propio de película de terror.

El parasitismo es una interacción biológica entre organismos de diferentes especies, en la que una de ellas, el “huésped”, se ve perjudicado. La otra especie, el “parásito”, se beneficia de la relación lo que se traduce en que obtiene una mejora de su aptitud reproductiva, ampliando así su capacidad de supervivencia.En el caso que nos ocupa el parásito acaba incluso con la vida de su huésped.

Un grupo de entomólogos, liderados por David Hughes, de la Universidad Estatal de Pennsylvania, en Estados Unidos, ha encontrado en la jungla amazónica cuatro especies de hormigas carpinteras que son parasitadas cada una de ellas por una especie diferente de hongo, del género Ophiocordyceps unilateralis Hasta ahora todo normal. Lo increíble es que los hongos son capaces de provocar un cambio en el comportamiento de las hormigas que las induce a alejarse del hormiguero y morir en soledad. Los parásitos infectan el cerebro de las hormigas, alterando su sistema nervioso y adueñándose de su voluntad. El control de los hongos sobre las hormigas es tal que vulgarmente se conoce a estas últimas como “hormigas autómata o zombie”.




(clic en las imágenes para ampliar)




El parásito hace todo esto con el único propósito de favorecer la dispersión de sus esporas, una vez germinado. Pero ¿cómo lo hace? Cuando una espora del hongo cae sobre el insecto, desarrolla un órgano reproductor que comienza a crecer hacia dentro del cuerpo de la hormiga, devorándola por dentro. Al cabo de un tiempo, llegará al cerebro, provocando un cambio en su comportamiento. La hormiga enferma se alejará de su nido en los árboles y se sacrificará en soledad para, según se cree, evitar otras infecciones en la colonia.

El hongo “zombificador” comienza a crecer mientras la hormiga, aún viva, le alimenta sin que ésta pueda hacer nada. La hormiga se dirige, de forma automática, a una hoja del árbol situada a pocos centímetros del suelo. Una vez ahí, el insecto muerde con fuerza los nervios principales de la hoja, quedando anclada a ella, justo antes de morir. Es entonces cuando el parásito comienza a perforar la cabeza de su víctima y sale a la luz. El tallo del hongo madura y aumenta cada vez más de tamaño. Nos encontramos en la fase final de la infección. El tallo libera esporas que se transmiten por el aire para infectar a más hormigas, cerrando el ciclo.




El ardid es tan efectivo que se han observado casos en los que ha acabado con una colonia entera de hormigas. El único método de defensa por parte de los insectos es el de detectar a los individuos infectados, que son desterrados inmediatamente de la colonia.

Todo en la Naturaleza tiene una función, aunque a veces los procedimientos no sean del todo estéticos, por lo menos desde el punto de vista humano. Se cree que esta forma de parasitismo ayuda a mantener controlada la población de hormigas. Si no fuera por el hongo, probablemente se producirían pestes que acabarían extinguiendo las colonias de hormigas.




Para terminar, apuntar que esta siniestra relación entre hormiga y hongo no es de ahora. Parece ser que existe al menos desde hace 48 millones de años. Un grupo de paleobotánicos ha encontrado la evidencia en un fósil de una hoja de esa edad, que creció en lo que eran unos bosques subtropicales en el Valle del Rin (Alemania), y que muestra unas cicatrices muy parecidas a las que dejan las hormigas que tienen el parásito y que las convierte en "autómatas”.

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