sábado, 10 de septiembre de 2011

Un australopiteco especial





Mitad mono, mitad humano, el Australopithecus sediba, que vivió hace 1,97 millones de años en Sudáfrica, tenía rasgos primitivos combinados con otros de aspecto moderno

No está siendo fácil iluminar el camino que, a través de millones de años, nos remonta a nuestros ancestros. Para escribir la novela de la evolución humana, los paleoantropólogos están realizando un duro trabajo en remotos lugares, intentando interpretar los fósiles que encuentran, planteando hipótesis científicas, y no meras especulaciones, con el único propósito de llenar las páginas en blanco de ese libro apasionante que habla de nuestras raíces. Páginas en blanco, ansiosas, que esperan ser rellenadas con las respuestas a interrogantes trascendentales. ¿Dónde y cuándo aparecimos? ¿Por qué somos como somos?





Hace dos millones de años, una pareja de homínidos, formada por una hembra de entre veinte y treinta años y un macho de unos diez años, caminan juntos por la sabana africana. Los avatares del proceso evolutivo habían permitido que este tipo de locomoción, es decir, la postura erguida y caminar de pie, llegara a sustituir a la forma cuadrúpeda de marchar de sus antepasados los monos antropomorfos. Con su pequeña estatura, sólo su astucia les había permitido a aquellos seres esquivar a feroces depredadores.


Lee Berger

Mientras recorrían una llanura ondulante, con valles arbolados y colinas, uno de los homínidos tropezó, precipitándose en un profundo agujero, un pozo convertido en una trampa mortal para cualquier criatura que se aventurara en ese lugar. El otro homínido perdió el equilibrio y cayó también al foso, tal vez al querer ayudar a su compañero. El agujero era, en realidad, una de las múltiples entradas de una cueva de piedra caliza erosionada, repleta de acuíferos, que había en el subsuelo. Los cuerpos, dentro de la cueva, fueron sepultados en cuestión de días o semanas con una capa gruesa de arena y arcilla.


El joven Matthew

Con el paso del tiempo, los esqueletos terminaron fosilizando y así han permanecido, enterrados en esa cueva, hasta ahora. Lee Berger, de la Universidad de Witwatersrand en Johannesburgo, y su hijo, el joven Matthew, fueron sus descubridores Los restos que han salido a la luz, formados por dos esqueletos parciales muy bien conservados, han sido identificados como pertenecientes a una nueva especie de australopiteco, a la que se ha bautizado como Australopithecus sediba (sediba significa “pozo de agua” en la lengua local africana) Los restos de otros miembros de la especie han sido recuperados en la cueva, incluyendo un niño de entre 12 y 18 meses.


Entrada a la cueva

Todos esos homínidos vivieron en los que hoy es Sudáfrica hace casi dos millones de años (concretamente 1,977 millones de años, según las últimas estimaciones). La edad es particularmente interesante porque está muy cerca del tiempo de la metamorfosis crucial que dio lugar al género “Homo”, la primera especie lo bastante parecida a nosotros como para poder llamarla humana. El término Homo (“hombre”, en el sentido genérico de ser humano) es utilizado para nombrar el género al que pertenece nuestra propia especie (Homo sapiens)




Los dos primeros esqueletos retirados de la fosa, el del macho joven y el de la hembra adulta, han sido analizados exhaustivamente por equipos independientes de expertos. Todos ellos están de acuerdo en señalar que se trata de unos fósiles extraordinarios, uno de esos descubrimientos que marcan un antes y un después. Cintura escapular simiesca, brazos adaptados para trepar a los árboles y cráneo pequeño, de 420 centímetros cúbicos, son rasgos claves en el lado no humano de la balanza. En cambio, la forma del cerebro, la pelvis, las manos y los pies son un testimonio patente de la presencia en el Australopithecus sediba de atributos modernos, parecidos a los humanos.



Fósil de la mano


Su cerebro era pequeño, parecido al de un chimpancé, algo corriente entre los australopitecos. Su forma, en cambio, es lo sorprendente. Se ha obtenido un molde virtual del interior del cráneo del joven macho, y los investigadores han comprobado que los lóbulos frontales de los dos hemisferios son de diferente tamaño. La acusada asimetría entre los hemisferios izquierdo y derecho es una de las características del cerebro humano. Asimismo es destacable la pelvis, una de las más completas jamás descubiertas, sorprendentemente parecida a la de los humanos y diseñada para la marcha bípeda. Especial mención merecen los huesos de la mano, dotados de la precisión de agarre necesaria para fabricar herramientas.

El principal interés de A. sediba podría ser su capacidad para iluminar los oscuros orígenes del género Homo, cuya aparición siempre ha sido un eniogma para los paleoantropólogos. Sólo se conocen unos pocos fósiles dispersos y fragmentarios de más de dos millones de años de antigüedad que puedan atribuirse a nuestro género. Más modernas se han encontrado dos o posiblemente tres especies de Homo aparecieron en África oriental. La más primitiva y de cerebro más pequeño es el Homo habilis (“hombre habilidoso”), que vivió desde hace aproximadamente 1,9 hasta 1,6 millones de años. Luego está Homo rudolfensis ((el nombre rudolfensis hace referencia al antiguo nombre del lago Turkana: lago Rodolfo) habitó en un periodo de tiempo comprendido entre 2,4 y 1,9 millones de años. Algunos paleoantropólogos dudan de que sea una especie diferente de Homo habilis. Después tenemos a Homo erectus (“hombre erguido”), que vivió entre 1,8 millones de años y 300.000 años en diversas partes del mundo. La versión africana, Homo ergaster (ergaster: “trabajador”, en griego), se incluye en otra especie, probablemente la más humana entre las especies primigenias de Homo.

Por su antigüedad y singulares características, Australopithecus sediba puede representar una forma intermedia entre los primitivos australopitecos y nuestro género Homo, un linaje diferente que nos introdujo en el laberinto que ha conducido hasta nosotros.


Fotos: University of Witwatersrand

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