martes, 11 de octubre de 2011

¡Manda huevos qué nebulosa!

fig 1



fig. 2



Todas las estrellas brillan con luz propia, pero no todas son iguales, aunque lo aparentan cuando aparecen en el firmamento como puntitos luminosos. Tienen tamaños muy distintos unas de otras Las hay supergigantes, como Betelgeuse, y enanas, como el Sol. Es más, la estrella, a medida que envejece y muere, se va desprendiendo de las capas externas de su infernal atmósfera, que son arrojadas al Espacio, adoptando formas caprichosas que reciben el nombre de nebulosa. . .

Una de las más peculiares de estas nebulosas ha sido descubierta recientemente por astrofísicos del Observatorio Austral Europeo (ESO), en Páranal (Chile). Se encuentra en la constelación de Escorpio (fig 1) y está formada por dos envoltorios, casi perfectamente esféricos, de gases y polvo sideral, como una clara de huevo alrededor de una yema, por lo que los artífices del hallazgo, de manera graciosa, han bautizado el objeto como la nebulosa del “Huevo Frito”.

Pero ¿qué tipo de astro ha creado esta peculiar estructura? Los astrofísicos creen que ha sido producida por un monstruo estelar conocido como “hipergigante amarilla”. Nunca antes se había obtenido una instantánea tan nítida y detallada de este extraño habitante de los cielos. Presenta, según las estimaciones, un diámetro aproximadamente mil veces más grande que nuestro Sol y brilla alrededor de medio millón de veces más que éste.

Parece ser que la hipergigante amarilla se encuentra en una fase muy activa de su evolución, la secuencia de cambios que una estrella experimenta a lo largo de su existencia. Hace tiempo que viene atravesando una serie de eventos explosivos. Ha expulsado ya al Espacio cuatro veces la masa del Sol en tan sólo unos pocos cientos de años. El material arrojado durante estos estallidos ha formado el extenso envoltorio doble de la nebulosa (fig. 2), que sería la “clara del huevo”, rica no en proteínas, como ocurría con un huevo de los de verdad, sino en silicatos y gases. Estas estructuras son tan descomunales que si hipotéticamente las pudiéramos situarlas alrededor del Sol abarcarían todo el Sistema Solar, e incluso mucho más allá.

Los astrofísicos aventuran la posibilidad de que toda esta actividad es un síntoma de que el astro tendrá un final catastrófico, haciéndose añicos en una apocalíptica explosión que será visible desde cualquier rincón de nuestra Galaxia, la Vía Láctea. Pero en el Universo nada desaparece del todo. Las estrellas cuando mueren resurgen como el ave Fénix de la mitología griega, generando los componentes químicos que pueden dar lugar a la formación de otras generaciones de estrellas, en un ciclo sin fin.

Fotos: Eric Lagadec/ESO

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