miércoles, 18 de enero de 2012

Así se calientan los pingüinos emperador

fig. 1
fig. 2

fig. 3






fig. 4


El emperador, el más grande de todos los pingüinos, recurre a ingeniosas técnicas de adaptación para poder enfrentarse a un entorno increíblemente hostil. Durante el extenso invierno los días permanecen en una prolongada penumbra. En algunas regiones de la Antártida, es habitual que el termómetro descienda hasta los -60º C y las rachas de viento sean enloquecedoras. Tal hostilidad de la Naturaleza supone un especial reto para los pingüinos emperador. En plena época de cría (fig. 1), abandonados temporalmente por las hembras y con un huevo a su cuidado, los emperadores macho pueden pasar hasta cuatro meses sin ingerir alimento. Conservar el calor y la energía se convierte así en una cuestión de vida o muerte, que resuelven apiñándose durante horas en apretadas multitudes (figs. 2 y 3).

Ya se sabía que los pingüinos se haciñan para cobijarse del viento glaciar y conservar el calor. Los individuos van turnándose para pasar al interior del grupo, donde se está relativamente más resguardado y caliente. Cuando un pingüino se ha calentado un poco, vuelve al perímetro del grupo para que otros puedan protegerse de las condiciones glaciales.

Daniel P. Zitterbart, de la Universidad Friedrich Alexander (Alemania), decidió viajar a la Antártida para investigar cómo se las ingeniaban estos animales para no dejar que los individuos situados en la periferia del grupo se helaran, mientras los del interior disfrutaban del cobijo de sus compañeros. Para ello, fotografió cada 1,3 segundos una colonia de unos dos mil individuos, casi todos con un huevo a su cuidado, y después analizó las imágenes con un programa informático. Su conclusión es que los pingüinos van moviéndose lentamente con una perfecta coordinación que les permite variar de posición dentro de la colonia (fig. 4). En ésta, la temperatura varía de cero grados centígrados del perímetro a los 37 grados del interior. En general, ningún pingüino cambia su posición relativa respecto a sus vecinos inmediatos, ni se abre camino a la fuerza para entrar ni para salir del grupo. Pero, con una frecuencia de entre 30 y 60 segundos, todos se desplazan a la vez con pequeños pasos, lo que origina una ola que recorre toda la formación, que vuelve a compactarse en cuanto se queda quieta.

Los investigadores aún desconocen si las olas las comienza un solo pingüino o varios, o si dependen de la jerarquía del grupo, como ocurre con las bandadas de palomas






Foto 2: Yuri Mizin



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